domingo, 29 de mayo de 2011

El humo y la miel

Un largo y suntuoso pasillo de paredes forradas en maderas caras. Sus pasos resonaban sobre el suelo de madera brillante. Otra más en su haber, otro éxito más que seguro en ciernes. Se había dado cuenta y lo estaba aprovechando. Cuando no hay poder de filtro, hacer de la necesidad virtud es muy fácil. Cuando se conoce bien la condición humana, todo es posible. Así es la nueva naturaleza de las cosas.

El ujier le indicó que debía esperar unos instantes, en la sala de espera anexa al despacho del presidente. Aprovechó para contemplarse, satisfecho, en el gran, suntuoso espejo que presidía el lugar. Su imagen respondía a lo que se esperaba de alguien como él: su cara indumentaria no convencional de joven gurú tecnológico irreverente cohibía siempre a los abrumados presidentes grises, embutidos en sus trajes de idéntico color.

Ahí estaba. Sabía que era su momento, después de tantos años a la espera. Habían sido muchos los palos tocados, mucho el humo vendido, de mil y una maneras. Su instinto de oportunista curtido le había enseñado a detectar el miedo del desconcierto en sus presas. Y ahora sabía que había mucho de ambas cosas. Lo podía oler tras aquella gran puerta de caoba frente a él.

Pronto entraría en otra sala espaciosa de juntas, se sentaría en otra butaca negra y el seductor canto de las sirenas tecnológicas volvería a empezar. En pocas horas todo habría concluido de la única forma posible: el asentimiento del presidente y la entrega de la junta en pleno, cegados por el humo y la miel de unas imposibles promesas de salvación.


viernes, 27 de mayo de 2011

Simulacros

Últimamente los tenemos por todas partes. La normativa legal de las empresas nos impelen a ellos, al menos una vez al año. Se pueden planear en agradables y distendidas sesiones, con representantes de cada planta o departamento;  remedo de aquellos patios de vecinos, esos que alguna vez existieron. ¿Existieron?

Y llega el día del gran simulacro. Nos avisan del conato de incendio, se movilizan los recursos, y procedemos según el plan, cumpliendo con lo establecido, respondiendo al protocolo con razonable eficacia. Porque sabemos que son mentira. Una mentira razonable. Una mentira eficiente. Por si acaso...

Estamos acostumbrándonos a los simulacros. Nos gustan los simulacros. Éstos y tantos, tantos otros. Nos creemos los simulacros. Los vivimos, los hacemos nuestros, los interiorizamos. Y finalmente forman parte de nuestra vida, hasta convertirse en la vida misma. Instalados en el simulacro de lo que nos gustaría que fuera auténtico, pero con todas las precauciones y apariencias. A salvo. Por si acaso.

domingo, 22 de mayo de 2011

Eso lo cambia todo

Llegará un día como otro cualquiera, pero llegará. Me habré levantado, habré salido a la calle en pos de la lucha diaria. Nada nuevo, nada especial me habrá hecho sospechar, o puesto sobre aviso. Pero al final de ese día cobraré conciencia de todo lo que he obviado, olvidado, perdido, abandonado por el camino.

Y ya no seré nunca más el mismo. Porque me habré dado cuenta de que es posible volver el calcetin del revés, con dignidad, con respeto y en paz. Y entonces sabré que las grandes frases y conceptos volverán de nuevo a ser auténticos, y volverán a tener el significado por el que otros antes tanto lucharon.

Y sabré que decir a los que recelan, a los que desconfían, a los que me temen por despertarme y pensar. Y  defenderé sin complejos mis valores frente a los que desearon que todo siguiera igual, que nunca nada cambiara.

Ese día llegará cuando no haya poder de filtro. Cuando no haya puertas que poner al campo. Cuando sintamos que todo es posible. Y esa sea la nueva naturaleza de las cosas.

Ese día ha llegado. Y eso lo cambia todo.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Zumbido

Hondo zumbido en negro,

súbita es la atención felina.

Regreso a la paz de la tarde.



martes, 17 de mayo de 2011

Abandono

Salió de la curva, enderezó la máquina y dio gas a fondo, sintiendo al instante en todo su cuerpo el buscado, firme, deseado tirón hacia atrás. Las agujas ascendieron rápidamente ante él, tumbándose alegremente hacia la derecha. A continuación, entró en su recta preferida, entre el denso bosque que le acogió, invitándole a abandonarse a la paz del trueno constante, inmenso, sonido liberador de todos aquellos otros ruidos del mundo de a pie.

Sucumbir, partir. Dejarlo todo atrás. Asumir una victoria que crece a cada ciclo de pistón, a cada litro quemado, a cada revuelta del camino dejada atrás. Pues sabed que nunca pierde aquel que abandona si piensa que el objetivo a alcanzar no compensa los sinsabores y los esfuerzos del camino. Pocos son los valientes con el coraje de abandonar a tiempo.

La recta terminaba finalmente unos metros más allá, para dar paso a una cerrada curva a derecha en pronunciado descenso. En frente, el bosque desaparecía súbitamente en un majestuoso corte a pico de la montaña. Dice un viejo refrán que "tu tierra no es donde naces, sino donde quieres morir". Se concentró, dispuesto a disfrutar del gran momento.


 Para @kikiriglu e @itziar_ochoa

jueves, 5 de mayo de 2011

La ley de la obsolescencia

Se nos dice que todo está destinado a desaparecer en un futuro más o menos cercano. Eso nos viene a decir el sentido común a partir de una cierta edad, aun cuando no queramos hacerle caso, cuando un día y por sorpresa nuestro cuerpo nos informa de que ha dejado de ser indestructible, y decide por su cuenta que ya no va a vivir por siempre, como antes solía. Pero lo cierto es que un día caemos en la cuenta que personas, animales y cosas se van por donde han venido en un continuo y desconcertante carrusel.

Ante tal revelación, siempre habrá quien opte por la cobarde ignorancia, cerrando los ojos a su propia decadencia, o quien asista a ella mansamente, como preso doliente y resignado. Otros decidirán consecuentemente a su carácter explosivo quemar la mecha más rápido, buscando una gloriosa traca final por la que se les recuerde.

Pero quizás hay otros que, con total conocimiento de causa, secretamente inconformistas, buscarán la forma de superar la ley de su propia obsolescencia. Porque no hay conformismo si no hay renuncia, y saben que hasta esas mismas leyes también tienen un plazo, y dejarán de funcionar un día.

Algunos decidirán ser testigos de la impermanencia, la acecharán como un felino paciente y dispuesto. Y captando el instante fugaz, lo atraparán para siempre en sus cámaras, día a día si es preciso, demostrándonos que lo esencial es lo importante, y eso nunca será obsoleto. Como todas esas últimas caricias sobre todos esos rostros de cabellos ya canosos del mundo.