viernes, 27 de mayo de 2011

Simulacros

Cargando..
Últimamente los tenemos por todas partes. La normativa legal de las empresas nos impelen a ellos, al menos una vez al año. Se pueden planear en agradables y distendidas sesiones, con representantes de cada planta o departamento;  remedo de aquellos patios de vecinos, esos que alguna vez existieron. ¿Existieron?

Y llega el día del gran simulacro. Nos avisan del conato de incendio, se movilizan los recursos, y procedemos según el plan, cumpliendo con lo establecido, respondiendo al protocolo con razonable eficacia. Porque sabemos que son mentira. Una mentira razonable. Una mentira eficiente. Por si acaso...

Estamos acostumbrándonos a los simulacros. Nos gustan los simulacros. Éstos y tantos, tantos otros. Nos creemos los simulacros. Los vivimos, los hacemos nuestros, los interiorizamos. Y finalmente forman parte de nuestra vida, hasta convertirse en la vida misma. Instalados en el simulacro de lo que nos gustaría que fuera auténtico, pero con todas las precauciones y apariencias. A salvo. Por si acaso.

2 comentarios:

  1. Gran post. Tienes mucha razón, simulamos, nos encadenamos a las mentiras, nos parapetamos tras ellas. ¿Por qué? Habrá tantos motivos como personas, igual que lo único verdadero es que cada uno tiene su propia verdad. Puede que sea una estrategia de supervivencia, una forma equivocada de protegernos frente a los demás. Equivocada y fallida, porque no podemos evitar dejar rastros, indicios, evidencias de nuestros rincones del alma. O como decía Saramago "cuanto más te disfraces, más te parecerás a ti mismo". A la hora de la verdad, en la catástrofe o con el tiempo, ningún ensayo sirve; todo se revela con claridad y sólo lo auténtico sobrevive.
    De lo único que estoy segura es que, pese a engaños o disimulos, estemos desnudos o disfrazados, de cara o por la espalda, de cerca o a distancia, necesitamos confiar... Porque creer en los demás es realmente una cuestión de supervivencia.

    Un abrazo. Mara

    ResponderEliminar
  2. En lo profundo de una mirada se acaba descubriendo la verdad de cada uno, su verdad. Sólo hay que saber (o poder mirar). Y se acaba el simulacro.

    ResponderEliminar