viernes, 26 de agosto de 2011

Cuestión de honrilla en Rovaniemi

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Rovamiemi es una de las poblaciones más famosas de Finlandia. Exactamente situada sobre el Círculo Polar Ártico, es la puerta de entrada a la Laponia finlandesa y además residencia oficial de Santa Claus, un sorprendente fenómeno turístico digno de ver. Nos instalamos en un puclro y acogedor hotel de la omnipresente cadena Sokos, grupo empresarial que seguramente fue el que ganó el Monopoli en Finlandia, pues copan lo más selecto de los centros urbanos de las ciudades con sus hoteles, restaurantes y grandes almacenes, allá donde fuera que recalásemos en nuestro viaje.  Aquel día teníamos tiempo y ganas. Estábamos decididos. Nuestra primera sauna finlandesa no se haría esperar.

Cuando abrimos la puerta de la sauna no había nadie en aquel momento. Nuestra entrada en el recinto fue bien. El calor no nos sorprendió como esperábamos. Pese a que el termómetro marcaba nada menos que 65 grados, era perfectamente soportable "esto parece mucho, pero es calor seco, se aguanta sin problemas, se nos dará bien". En medio de la estancia habia un cubo con agua y un cazo similar a los de servir sopa. No sabíamos que función tenía, quizás se empleaba como método de urgencia para refrescarse, pero ante la duda no lo tocamos. Nuestra confianza crecía mientras nuestros poros se abrían y empezábamos a sudar.  Le propuse a mi compañero hacer una primera sentada de 15 minutos y luego salir a refrescarnos.

Apenas habíamos terminado de acomodarnos cuando entraron 4 nativos del país; grandes, sonrosados, de cabellos rubio pajizo.  Uno de ellos llevaba una lata de cerveza en la mano. Lo primero que hicieron fue mirar el termómetro, con cara de frío, y comprobar no sin cierta estupefacción un pequeño ventanuco entreabierto, que por deferencia a nosotros no osaron cerrar. Mi compañero de viaje, que es muy sociable y gusta de dar palique en cuanto tiene la más mínima ocasión, no tardó en entablar conversación con los recién llegados. Todos hablaban un inglés de estar por casa, como nosotros. Dos de ellos entraron rápidamente al trapo, haciendo buena la definición que nuestra guía de viaje daba sobre el carácter finlandés: afables, simpáticos y parlanchines.

La conversación arrancó declarando por nuestra parte nuestra condición de novatos absolutos como usuarios de la auténtica sauna finlandesa. Todos mostraron su interés en saber qué nos estaba pareciendo el país y la experiencia. Prestamente nos instruyeron sobre el modo de empleo: sentadas de 15 a 20 minutos, con intervalos para ducharse y vuelta a entrar. Les informamos que para empezar habíamos pensado estar poco, un cuarto de hora o así. Sin perder el hilo de la conversación, uno de ellos tomó el cubo a sus pies y empezó a lanzar cucharones de agua sobre las piedras calientes del rincón de la estancia. En aquel preciso instante empezó de veras nuestra experiencia en la auténtica sauna finlandesa.

Tras cada cucharón de agua una oleada de aire insoportablemente caliente alcanzaba nuestro cuerpo, penetrando en nuestros pulmones. Sentíamos arder nuestro cabello y nuestros ojos, ¿nos estábamos volviendo incandescentes? Mientras nosotros boqueábamos, ocupados en sobrevivir, ellos seguían conversando animadamente con nosotros, ajenos al drama. Uno de ellos había estado en Barcelona en viaje de negocios, ambos eran representantes de una empresa. Los minutos pasaban lentamante, estábamos resistiendo como jabatos, solo 5 minutos más y habríamos salvado la honrilla... Vimos el cielo abierto cuando finalmente el agua del cubo se acabó. Vana ilusión: ¡uno de los gigantes salió a por más!

Entretanto nos informaron que la temperatura de confort media de la sauna es de unos 85 grados, pero que a algunos les gusta incluso más elevada. Nos aseguraron que la sauna es un acontecimiento diario y omnipresente en la vida de todo finlandés, que hay una en cada casa, incluso en los apartamentos más pequeños y de alquiler. Que las hay de leña, de carbón, y eléctricas, de tal o cual potencia, de tales o cuales dimensiones, y que toda la familia la utiliza desde la mas tierna edad, unas tres o cuatro veces por semana.

Los cazos llenos de agua volvieron a volar de nuevo, implacables, levantando de nuevo el infierno a nuestro alrededor. Nuestra voluntad flaqueó, era imposible competir con vidas enteras de aclimatación, tradición y entusiasmo. Nos dimos cuenta que no podríamos salvar nuestro orgullo hispánico. Nos excusamos y salimos con paso incierto después de 12 heroicos minutos.



2 comentarios:

  1. Ah, ¡qué recuerdos me trae tu entrada, Ricardo! Esa sauna seca de Finlandia. Yo tuve mi experiencia "saunera" en Savonlinna, mientras pasé una semana en una típica casa de madera junto a uno de los numerosos lagos, con su sauna propia y su correspondiente ducha al lado. Nos dimos una sauna diaria, y creo recordar que la temperatura andaba por los 85ºF. En las piedras que mencionas no recuerdo qué se echaba, pero había aromas de eucalipto y similares, que ayudaban a respirar cuando notabas arder las aletas de la nariz. Aguantábamos como jabatos los cinco que viajamos, y salíamos directos a la ducha helada según salíamos de la sauna. El lago está tan cerca que muchos fineses lo que hacen es bañarse en él tras la sauna, pero como a esas horas era muy de noche para el mes de septiembre, eso de meterse en un lago donde no ves el agua nos frenaba y preferíamos la ducha.

    Me quedé con ganas de conocer Laponia, Rovaniemi en concreto, y visitar a Santa, así que, habrá de ser en otra ocasión.

    ¡Un abrazo! :)

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  2. Me ha alegrado mucho leer tu comentario, Moona, pues me reafirma en mi decisión de volver el próximo año a Finlandia, pero esta vez en un cabaña junto a un lago. Pasamos por Savolinna también, pero sin mucho tiempo a verlo en detalle. (No pudimos ver su famoso castillo al coincidir con una celebración privada)Aún así hicimos un crucero por el lago. Puede que vieramos la cabaña donde os alojásteis...

    Abrazos!

    Ricardo

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