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Elevada figura de gesto relajado y mirada curiosa, vestigios sabinescos en su barba-perilla entrecana, manos grandes y fuertes, transmisoras de nobles abrazos. Y como aquel, pongamos que escribe a menudo de su Madrid. Prosa cargada de poesía, de trazo directo. Relatos de las calles, de las luchas, y los afanes de quienes la habitan. Escritor y descriptor de sentimientos, de sensaciones cotidianas, de felicidades y amarguras.
Caballerosidad antigua. Cervezas y tapas, encuentros y motos. Cigarrillo perenne. Lúcida, cruda acidez. Ojazos que desde la trastienda son apoyo y refugio.
El gusto supremo de compartir, el entusiasmo de crear, la virtud de soñar, la inagotable y plena conversación. Madridista impertérrito e impenitente; brega desde los higadillos en discusiones futboleras inacabables; exasperación de rivales, y sin embargo amigos. Acerada ironía, contrastada lealtad. Resuelta bonhomía desde la transparente sinceridad.
Suma de factores y de contradicciones que en Adolfo alcanzan toda la brillante lógica de quien es pintor honesto de la vida.
Para @cosechadel66
Añado al calor del verano el producido por el sonrojo y la emoción :-) un fuerte abrazo, amigo
ResponderEliminarSigue disfrutándolo, Adolfo. Bien ganado!
ResponderEliminarMuy buena descripción del maestro :)
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