martes, 1 de mayo de 2012

Boicot a la inteligencia

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Aún conservo el saludable hábito de despertarme por las mañanas escuchando las noticias de la radio, pero debo confesar que desde hace un tiempo me doy cuenta que eso ha dejado de ser cierto. Me refiero a lo de saludable. Despertarse hoy en día a las siete de la mañana en un día laborable escuchando las noticias se ha convertido en una forma cierta de asegurarse un tempranero cabreo matutino, antes incluso de poner un pie en el suelo.
Invariablemente, cada día las mismas historias resuenan en mis oídos:
Un nuevo recorte presupuestario, una desorbitada subida de precios del servicio de los transportes, el desmantelamiento de los principios universales de la educación y la sanidad públicas, las cifras rampantes del paro, la infame reforma laboral, la prima de riesgo país, las sombrías previsiones de los analistas financieros...

Y sin embargo, todo esto no es lo que más enciende mis ánimos. Hay un subproducto derivado de esta hecatombe con el que no he aprendido a lidiar: en estos tiempos de escasez moral y material vengo observando la proliferación de una curiosa tipología de seres humanos, que bien podría condensarse en el término "soplagaitas". Si ya en circunstancias normales en la vida cotidiana hay abundancia de ellos, en el momento actual parecen haber adquirido tintes de epidemia.

Hay soplagaitas con variados grados de poder y por lo tanto distinto ascendente mediático, por lo que es habitual que sus declaraciones trufen los noticiarios matutinos. De este modo, es frecuente que en mis primeros cinco o diez minutos de incipiente vigilia se cuelen sus interminables sartas de excusas huecas, sus apelaciones a la responsabilidad y al rigor, sus acusaciones a la nefasta herencia recibida, y sobretodo sus promesas de recuperación tras la purga de contrición, absolutamente necesaria según ellos.

Así pues, cada mañana, se me recuerda que todo esto es por mi bien, pues han sido muchos los pecados económicos cometidos por mi y mis conciudadanos, pero muy especialmente, por aquellos que nos gobernaron antes. Una suerte de legado siniestro, un reinado del mal cuya herencia sería la causa y origen de todo lo que nos acontece, incluso sería la causa de la ineficacia de todas las medidas tomadas después de que sus antecesores se marcharan. Incluso también tendrían la culpa de aquellas decisiones que es imposible atribuírseles, en tantos ayuntamientos y comunidades que no han gobernado desde hace mucho tiempo...

Por otra parte el soplagaitas lo es y ejerce sin distinción de cuna u origen. Todos tienen una curiosa cualidad común: desde su burbuja elevada de privilegio y distancia con el mundo de a pie, verdaderamente se creen mejores y más listos que el resto de sus semejantes. Y con tal convencimiento hablan y actúan.

¿No es de solemnes soplagaitas pretender "ganarse la confianza de los mercados"... tal como lo sería intentar ganarse la confianza de un tiburón? Unos y otros solo entienden del beneficio propio y saben oler bien la debilidad de la presa fácil, aunque sin embargo es posible que se retiren si se decide plantarles cara y no vender barata la piel. Seguimos teniendo miedo de perder lo que tenemos. Quizás por eso nuestros dirigentes sacan pecho de puertas para adentro pero se humillan serviles fuera ante quienes ahora detentan el verdadero poder, sin querer admitir que esa justamente es la forma de perderlo todo, con toda seguridad.

Palabras y acciones que indignan y retratan a la pléyade habitual de políticos oportunistas, falaces y advenedizos, pero que también están dejando en sonrojante evidencia a una serie de personajes que deberían ser referente de virtud y principios. En estos tiempos de marea baja están surgiendo a la luz sus miserias y sus auténticos valores personales. Cuando sistemáticamente te lo han tapado todo puede llegar a ser muy fácil seguir poniendo cara a sellos y monedas. A los símbolos hoy más que nunca hay que exigirles que ejerzan como tales, con autenticidad y honestidad. A su entorno familiar, recordadles que nadie es mejor que nadie, y pretender obtener beneficios bastardos a partir de una condición de privilegio para el que no han hecho ningún mérito objetivo debería tener las mismas consecuencias que tendría para cualquier ciudadano. Haberlos apuntalado a todos ellos con secretismo y engaño no es sino otro prolongado, irritante insulto a la inteligencia.

A todos estos ejercicios de insulto a nuestra inteligencia hemos empezado por no prestarles excesiva atención, posteriormente los hemos obviado como parte del paisaje y finalmente hemos acabado por aceptarlos como algo inevitable. Hemos boicoteado así nuestra propia inteligencia, por puro hastío o dejación. Porque tan culpable es el que insulta como el que es insultado, cuando no se hace nada por poner coto a la ofensa.

Nuestro conformismo debe tener un límite, sólo cabe esperar que no reaccionemos demasiado tarde. Que el camino desandado no sea excesivo. La historia nos enseña que es muy fácil destruir, increíblemente sencillo para cualquiera de los irresponsables que han contribuido a formar esta tormenta perfecta: una obtusa en Alemania, un narcisista desorientado en Francia, un miedoso indeciso en España y un montón de cínicos de todo pelaje que cada día insultan tu inteligencia, desde primera hora de la mañana.


8 comentarios:

  1. Se le ve pelín disgustado... Debe ser porque lleva mucha razón...

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    1. Desde hace bastante tiempo, si. Pero quizás me faltaba caer en ello. Gracias!

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  2. Brillante Ricardo! Da gusto leerte... Muy lucido!

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    1. Muchas gracias Ariel, el gusto es el mío si llego a buenos lectores como tu. Saludos!

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  3. Hola, ;)

    Yo ya estoy como tú o más. Tal vez porque me afectan cosas que no a muchos le están pasando y el mosqueo va ascendiendo hasta llegar a la cima del colmo. Luego baja y se me pone en otro sitio que aquí no debería citar y por eso no lo hago.

    Primero; Jamás de los jamases me despierto con ninguna noticia, ni música. No hace mucho leía primero la prensa digital. Ahora tampoco. He decidido, visto lo visto y oído, que mi mente debe empezar cada día con el típico café y luego..

    Eso de respirar profundamente y dar el primer paso de un nuevo amanecer.

    Un abrazo, querido.

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    1. Gracias Blanca, será cuestión de seguir tu ejemplo. Porque creo que ya soy mayor para blindar mi pellejo ante tanta ignominia. De todos modos creo que la realidad se nos va a echar encima... quizás sea bueno esperarla bien desayunados y con el ánimo intacto.
      Besos!

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  4. Su burbuja de privilegios y las burbujas de nuestros tormentos.
    “Seguimos teniendo miedo de perder lo que tenemos”, si nos paramos a pensar, además de miedo, deudas y amenazas, poco más nos queda ya. Siempre me he preguntado cómo una persona con un látigo podía dominar a tantos esclavos, pero parece que estamos reviviendo algunas partes de la historia: “sacan pecho de puertas para adentro pero se humillan serviles fuera”.
    Completamente de acuerdo, somos culpables por consentir tanta ofensa y tanto atraco.

    La verdad es que nada se puede añadir a tus palabras Ricardo. Y me ocurre lo mismo que a ti todas las mañanas con las noticia, pero tampoco quiero dejar de escucharlas. Pero no por masoquismo, es que necesito ser consciente de todo el proceso hasta que un día, al fin, recuperemos la voz y el orgullo ciudadano.

    Un abrazo!

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  5. Isabel, esos privilegios y tormentos siguen siendo la eterna lucha de nuestro género. Parece que no hemos aprendido con todo nuestro progreso a hacer otra cosa que acrecentar una cosa y otra. Nos queda el coraje y el orgullo. Ojalá que haya mucho, pues nos va a hacer falta.
    Gracias, abrazos!

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