Cargando..
Relato escrito conjuntamente con Maria José Barroso (@Mara_BC)
El sonido de la campanilla del juez repicó de nuevo por tercer día consecutivo. Hasta ahora, las sesiones habían sido profundamente aburridas, salpicadas de verborrea procesal. Nada más que cuestiones previas formuladas por el fiscal y la defensa sin entrar a fondo en los hechos. Desde los bancos del público, esperaba con ansia su momento. Guiñó coqueta al policía de la sala que le ayudaría sin saberlo y vio cómo los agentes sentaban a la asesina en el banquillo junto al resto de los que mataron a su padre. Tendría que ser rápida, pero había calculado cuidadosamente todos sus movimientos.
Había comprobado que el agente se quedaba embobado cuando ella aparecía en la sala, con la mirada fija en sus contundentes caderas. Sabía que se sentaría de espaldas al público en el banquillo de los acusados, con los rizos desplegados ocultando la nuca donde le dispararía un solo tiro. Aprovecharía el ensimismamiento del policía que estaba a su lado para cogerle la pistola. Sólo tendría ese instante, esa oportunidad, y graves consecuencias. Lo sabía. Pero estaba harta de mentiras y concesiones, cansada de verdades disfrazadas de palabrería humanitaria, enfurecida por los paños calientes para los asesinos y el consuelo condescendiente para las víctimas.
Quería venganza a toda costa porque la vida, la que valía la pena vivir, ya se le fue junto a su padre aquella fatídica tarde en la que él y sus compañeros de armas quedaron sobre el negro asfalto. Desde aquel día en su mente sólo había humo espeso, cristales rotos, metralla y toda aquella sangre vertida...
Todo ocurrió con sorprendente facilidad. Lo que acaba de hacer lo había imaginado mil veces, contínua, intensamente, atendiendo a todos los detalles, todas las variantes, plena y conscientemente. Su mano sujetaba al fin la Heckler&Koch de nueve milímetros del policía nacional que pocos segundos antes había estado a su lado y que ahora volvía a ponerse en pie tras el inesperado empujón recibido. El rostro del policía desencajado por el pánico y sorpresa se unió al todos los presentes en la sala. Había conseguido ganar algo de espacio a su alrededor y disponía de una línea de tiro clara. Con su brazo armado y en total extensión, alineó la punta del cañón con la nuca de la asesina de ojos verdes. Era cosa hecha.
La visión periférica de su ojo izquierdo le decía que el agente desarmado se le venía encima en pos de su arma. Esa variante estaba contemplada; "¡Quietos! si alguien se me acerca la mato!" Su imperioso grito surtió el efecto deseado. Sólo necesitaba crear ese natural instante de duda para asegurar el tiro. Porque jamás contempló otra posibilidad.
Entonces, justo antes de oprimir el gatillo se encontró con el rostro de ella. Contaba con alguna reacción de su presa, también eso lo había previsto; sin embargo esta variante ya no estaba contemplada: unos hermosos ojos verdes la miraban fríamente, resbalando desde la mira del cañón hasta la corredera de la pistola, penetrando a través de sus pupilas hasta sus mismas entrañas: no había atisbo de miedo o estupefacción en ese rostro de cabellos rizados, tan absurdamente bello como inexpresivo.
Y tampoco había previsto que pudiera hablarle, con voz clara y serena:” Cómo lo estás deseando, ¿verdad?... tu también eres capaz de odiar tanto, ¿lo ves? en nada eres mejor que yo. ¡Hazlo ya, dispara!”
Mª José, Ricardo,
ResponderEliminarPues os ha quedado muy buen relato, que invita a reflexionar acerca del sentido y la necesidad de la venganza.
Ya me diréis como se hace eso de escribir a cuatro manos :)
¡Un beso!
Muchas gracias, Moona: ciertamente da mucho que pensar! Lo de a cuatro manos no es complicado en nuestro caso: uno empieza y el otro continúa :)
EliminarDa que pensar, es cierto. En la inutilidad del sentimiento que nos inspira la venganza y en la de la venganza como no-solución. Pero, sobre todo, en las carencias de esta superficialidad en la que nos habíamos instalado y las del mal llamado sistema de justicia.
ResponderEliminarVaya dúo que hacéis! Poesía y precisión de la mano :)
Gracias por tus buenas palabras y reflexiones Isabel, tienes toda la razón: Carencias de todo tipo en nuestra sociedad que llevan al límite a las personas,y descubren la pasta de la que estamos hechos, cada cual...
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLa sed de venganza emerge desde lo más profundo de nuestra alma cuando la justicia de los hombres, legislada y civilizada, desfigura el dolor de las víctimas y retuerce la lectura de los hechos en una constante danza de puntualizaciones jurídicas que parecen obviar el proceso criminal que les anima. Si los jueces no lo ven claro, hay otros ojos que pueden contemplar con claridad cristalina cuál ha de ser el veredicto y las víctimas se transforman en verdugos dispuestos a ejecutar la sentencia como si de un acto reflejo se tratase. Pero la protagonista del relato no cayó en la cuenta de que la paz es producto de la reflexión mientras que la violencia es fruto del arrebato y así, al contemplar a su víctima a los ojos, comprendió que la frontera entre una y otra se puede transgredir en un instante fatídico cuyas consecuencias arrastraría toda la vida.
ResponderEliminarExcelente relato propio de una película de cine negro donde se plantea la inquietante pregunta que todos nos formulamos: ¿qué podríamos llegar a hacer movidos por la venganza?
Dos abrazos tinerfeños
CC
Muchas gracias, CC por tu reflexión: Y a tu pregunta final, mi opinión es que sí: todos somos capaces de caer en lo peor. Solo falta conocer nuestro punto de ebullición, y evitarlo por nuestro bien y el de todos...
EliminarUn relato escalofriante, y me temo que demasiado repetido, no el relato, lo que conlleva la venganza.
ResponderEliminarMuy bueno, Ricardo&MaríaJosé.
Gracias Blanca. Cierto, es una historia eternamente repetida, como constante es nuestra condición...
EliminarGostei de estar visitando e lendo os assuntos que apresentam o seu blog.
ResponderEliminarwwwsabereducar.blogspot.com