Cargando..
El emisario remontó la empalizada al caer la noche. Avanzó en la penumbra entre su gente, bajo la luz temblorosa de los candiles. Su rostro sucio y cansado les habló sin necesidad de despegar los labios; sus ojos enrojecidos revelaban ya el mensaje:"Deponed toda esperanza, rendíos a la evidencia, bajad los brazos, resignaos. No tenéis otra salida. Aceptadlo, os hemos vencido. Vuestra posición es insostenible; la situación, irreversible. Sólo os cabe abrirnos las puertas. No aceptaremos exigencias previas ni condiciones. Asumidlo ya, y cesad la resistencia de inmediato."
Los viejos cerraron los ojos, las mujeres abrazaron a sus hijos, los jóvenes apretaron los puños, pero nadie dijo nada. Un sordo rumor de llanto y derrota ascendió y empezó a extenderse entre la multitud. Instintivamente muchos ojos alzaron la mirada, buscando en la atalaya la eterna figura de quien siempre veló por ellos, pero fue en vano, porque allí arriba hacía mucho tiempo que ya no había nadie. Estaban solos frente a toda la abrumadora codicia, frente a toda la mezquindad.
Por fin, una voz anónima se alzó entre los presentes, rompiendo el espeso silencio. "¿Así que aquí acaba todo...?"
Y entonces, en algún lugar, alguien consiguió mirar dentro de sí, y reunió fuerza y coraje, lo suficiente para gritar por primera vez: "¡NO!"
¡Claro que NO! Ahí empieza todo...
ResponderEliminarCada fase como un nuevo inicio, aunque hay que reconocer que hay transiciones difíciles y duras.
Besos! :)