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Vivo para mantener la llama, para mantener el fuego primigenio.
Cuando nada más que la propia voluntad impulsa el fuelle de la vida, todo vuelve a ser otra vez muy sencillo.
Cada noche contemplo la tenue muerte de las cenizas, hasta el final del último rescoldo.
Por eso siempre cada mañana me alimento de vida pura, incandescente.
Por eso mi brazo no desfallecerá nunca, no mientras mi fuego exista.
Por eso mi brazo no desfallecerá nunca, no mientras mi fuego exista.
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