martes, 22 de febrero de 2011

Otra parte de mí

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Hasta aquel día siempre la recordé tierna y risueña. La verdadera alegría de la sucursal. Menuda, simpática, agraciada. Un rostro ovalado de ojos negros muy grandes y cabello siempre recogido en una coleta. Eficiente en su tarea, su saludo siempre contenía una palabra de cariño para todo el mundo.

Durante una buena temporada anduve con la hipoteca y el préstamo del coche, así que no tardé en acostumbrarme a todos esos "Hola, buenos días, tesoro, ¿cómo estás?" dedicados a mi persona.

Poco a poco aquella intensa relación profesional dio de paso a algunas charlas sinceras de café de máquina, al gusto por una presencia familiar y amiga. Y en el intercambio, supe de sus veranos en Extremadura, de la pasión de su padre cazador, de su hija pequeña tan revoltosa, de sus cuitas de madre soltera, de sus expectativas laborales, de lo duro que es sacar lo mejor de uno mismo cuando el mundo se empeña en tirar de ti hacia abajo.

 Me alegré mucho por ella cuando comprendí que Julio, aquel compañero con el que tantas veces vi compartir descansos y cigarrillo en la puerta de la oficina, había pasado a convertirse en algo más especial. Sin embargo, tiempo después, y a resultas de un problema con las tarjetas del banco, pude comprobar que algo en  Malena había cambiado.

- Hola Malena, ¿a qué viene esa cara tan seria?

Ella, extraña, ceño fruncido, absorta en la pantalla su ordenador, me respondió sin su sonrisa, sin sus palabras amables y cálidas. Por primera vez. Por última vez:

- ¿Te importa si no te contesto a esa pregunta?

Ese mismo día lo hizo. Dos de sus compañeros contaron una vez más, esta vez ante el juez y ante todos los que fuimos llamados como testigos en la vista oral cómo la vieron levantarse de su puesto a la hora del cigarrillo, como cada día. En aquella ocasión la vieron con un estuche alargado en la mano. Poco después, ya en plena calle el estuche vacío quedó en el suelo, dejando paso a un fusil de caza mayor, con el que al menos una veintena larga de personas la vieron entrar en la cafetería donde desayunaba habitualmente con él. Fueron muchos los que la vieron apoyar el Remington 770 sobre el hombro de Martín y volarle el alma a Julio, que la miró incrédulo mientras pudo hacerlo, justo antes de que su cabeza se diseminara por toda la cafetería.

Cualquiera habría entendido los mil motivos sangrantes de Malena, quizás algunos en su misma desesperación habrían reunido el valor de tomar esa misma decisión, pero nadie la habría imaginado a ella jamás. Se suele decir que nuestras vidas son la suma de nuestras experiencias, pero en algunas desafortunadas ocasiones, esa acumulación se acaba pareciendo a un tosco y primitivo túmulo de vivencias sin mucho orden ni concierto. Ángeles y demonios llevamos todos dentro. Unos más desbocados que otros, de esta forma nos acabamos definiendo.

Siempre recordaré la mirada que crucé con ella al final del juicio, la serena tranquilidad de sus ojos expresivos: "No te sorprendas, al fin y al cabo, es otra parte de mi"



7 comentarios:

  1. Me ha gustado el relato, se ha hecho corto
    gracias por una lectura amena
    @bego48

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  2. Tremendo volcón que has dado al personaje, aquella dulce persona en otra muy fría y distinta, wooow
    espero no encontrarme un compañero asi de frio brrrrrrrrrrrr da sustito :)

    besos ronroneados en mi abrazo ^_^

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  3. ¡Qué bueno! Me ha gustado muchísimo; engancha, sí señor. Felicidades
    :-)

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  4. Qué poco conocemos a las personas aunque tomemos café con ellas... Muy bueno felicidades

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  5. Bego48, Pau, Reina, Amaia: Qué poco nos conocemos todos nosotros, en realidad... gracias por vuestros comentarios!

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  6. Ángeles y demonios llevamos todos dentro .... conviene conocerlos, conocerlos muy bien .... no es fácil, hay que lanzarse a un proceso de "atención" de uno mismo, sin tregua, con pasión, como si te fuese la vida en ello, la propia o .... la ajena ....

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  7. Es una historia que te hace reflexionar.
    Reflexionar en lo que, de verdad, llegamos a conocer de los demás y de nuestra propia mismidad.

    Habría mucho que decir.
    Pero más allá de la anécdota, del puro suceso y del pasmo que produce en el narrador de la historia... está la justificación (injustificable) final: "No te sorprendas, al fin y al cabo, es otra parte de mi".

    Está en la naturaleza humana el dominar las pulsiones y las pasiones. Está -digan los psiquiatras lo que digan- el ejercicio de la voluntad. Y, si bien es cierto que existen sociopatías y psicopatías que enmascaran sus síntomas en comportamientos encantadores.... ni la pura enfermedad es eximente de esa última frase de la protagonista.

    Los hombres, carne y alma, vivimos en constante pugna con nosotros mismos. Cazadores y presas, al mismo tiempo. Pero siempre con la capacidad de elegir cómo será la cazería y, en último término, si haremos sangre.

    Fantástico cuento, Rich.
    Te leo.

    it ;-))

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