Cargando..
Todo había terminado, por fin.Aunque nos cueste admitirlo, todos alguna vez nos hemos descubierto secretamente atraídos por una suerte de fascinación por quienes piensan, actúan o viven de formas radicalmente distintas a nosotros. Como viajeros de trenes que se observan al cruzarse sus destinos, compartimos fugaces instantes de intensa observación y quizás llegamos a imaginarnos dentro en la piel del otro. O no...
Últimas horas de un día cualquiera en el tórrido verano mesetario en la ciudad. Ventanas abiertas buscando un soplo de aire fresco. La suite nº1 de Bach suena de fondo, el sublime violoncello del gran Yo-Yo Ma lo envuelve, manteniéndolo absorto en su trabajo. Un complejo programa zumba en el potente ordenador, mientras procede a la revisión de final de unos códigos HTML. Súbitamente, un coro de inconfundibles alaridos femeninos irrumpe a través de la pared contigua, arrasador. Un golpe, un portazo fabuloso, ruido de cristales rotos. Más voces, ahora las del padre de la estrella mediática, quien asomado a la gran terraza, en bata gris, no deja de dirigir improperios a su retoño hasta que ésta desaparece calle abajo en su potente Mercedes SLK blanco.
Se dice que si somos capaces de no perder la capacidad de asombro, seguimos manteniendo un vestigio de la inocencia perdida, y que ello contribuye a la postre a aumentar nuestra felicidad. Menos en la última parte, debía reconocer su perpetuo asombro. Después de tantos años de forzada convivencia vecinal, ella seguía siendo capaz de encontrar nuevas maneras de crispar sus templados nervios. Por algo debía ser una celebridad, por algo era la fascinación de tanta gente.
Ella, siempre ella, y su presencia constante de mil formas: él siempre máxima discrección, ella, siempre Máxima FM al otro lado. Esas cotidianas vistas perfectas a esos calzones a cuadros puestos a secar al sol. Coincidencias fascinantes; el inesperado reconocimiento de su voz, pretenciosa y chillona, en un área de servicio perdida, reclamando el mejor bocadillo de jamón del mundo para su padre, "...me lo pones del mejor que haya, ¿eh?" Genuino asombro, innegable fascinación.
Desde el vehículo de atestados de la Policía, contemplaba ahora el bulto tendido en el asfalto cubierto por la manta dorada, que refulgía tan cegadora como había sido su fama, bajo el sol justiciero de media tarde. Los servicios médicos ya se habían retirado. La voz no tardó en correr, la muchedumbre empezaba a arremolinarse. Los periodistas no tardarían en llegar, prestos a cubrir la que iba a ser la última gran exclusiva de la estrella mediática.
Se dejaba el bolso y llegaba tarde a la grabación del programa. Había parado el coche en medio de la vía. Acostumbrada a que el mundo se detuviera a su alrededor, había cruzado desde el carril opuesto, sin mirar siquiera. Tuvo tiempo de verla surgir desde la mediana, con su larga cabellera rubio platino flotando al viento, con su típico y mediático mohín de fastidio en la cara, fascinante hasta el final. Se le vino encima, así que no pudo hacer nada por evitarlo. O si...
Para @luz_tic
Un relato fascinante y el amor de padre e hija en medio de la tragedia..
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Ricardo.
Un beso
Dicen los que saben que la verdad produce asombro y la Vida fascinación ....
ResponderEliminarBlanca, Juana: Si no dejamos de asombrarnos por lo que ocurre a nuestro alrededor es que mantenemos los canales abiertos a la vida. Gracias por vuestros comentarios!
ResponderEliminar