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Ella no defendió encrucijadas ni puentes, no resistió en colinas o bastiones, no hubo de prevalecer frente a enemigos furiosos que buscaran su extinción. Ella tampoco ansió las tierras o glorias de otros, ni le interesaron los privilegios de aquellos que sin duda le habrían mirado por encima del hombro.
Porque ella cree en las cosas bien hechas, en el valor de los auténticos amigos, en la palabra bien dicha, en el valor la promesa otorgada.
Por eso en su vida hay amor, coraje, vocación, abnegación y honradez en ingentes cantidades. Esencia y materia necesarias para hacer de este mundo que enloquece día a día un lugar con una alguna oportunidad.
Por eso en su día a día, en un instituto público de Torrejón de Ardoz son muchos los que tienen el privilegio de recibir el mejor regalo que un ser humano puede recibir de otro: cultura, educación, método científico, los verdaderos mimbres para algún día formar parte de un mundo de almas libres con criterio.
Esas son las encrucijadas, los puentes, las colinas y bastiones que ella y otros tantos como ella defienden cada día. Y no deben caer.
Para Ángela
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