lunes, 23 de enero de 2012

La Bandit negra

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Era viernes noche. La Bandit negra nos alcanzó en la primera línea del semáforo de Diagonal con Numancia. No pudimos evitar fijarnos en el poderoso despliegue de cilindros, potencia y sugerentes curvas que se habían detenido a nuestro lado. Y no solo por la gran cabalgadura mecánica que rugía a nuestra izquierda, sino tanto o más a causa de quien ocupaba su parte trasera. La rubia cabellera sobresalía bajo el casco blanco. Pantalones y chaqueta corta de cuero negro ajustados que acogían unas formas más que agraciadas. Botines de tacón de la mejor marca. Confiada en su belleza y su suerte, sujetaba con estilo la cintura del orgulloso piloto mientras volvía su melena dorada a un lado y otro de la línea de coches detenidos, esperando verde.

La rotunda sonoridad de los 85 caballos traspasaba nítidamente la carrocería y el cristal de nuestro coche, haciéndonos vibrar al compás de los cuatro cilindros, hipnotizándonos en una cadencia armoniosa y profunda, impidiéndonos hacer otra cosa que mantener fijos nuestros ojos en el atractivo conjunto. Delante de ella, la robusta figura del piloto se mantenía concentrada al frente, vigilante ante el ya inminente cambio de luces. Sin embargo, el semáforo que regulaba el tráfico de la calle Numancia seguía en verde, dando paso a los vehículos que desde nuestra izquierda atravesaban la amplia avenida en la que nos encontrábamos, bajando desde la zona alta hacia el centro de Barcelona. En la suave cadencia de la moto se insertaron dos súbitos y vibrantes acelerones: El piloto hacía exhibición de su poder mientras por un instante volvía la vista atrás hacia nosotros. Ambos lo tenían todo, así nos lo demostraban.

Apareció la luz ámbar sobre la verde en el semáforo de Numancia. Al instante, escuchamos el inconfundible "clac" al engranarse la primera marcha en el motor de la Bandit. La cadencia de la moto se transformó en una enorme furia de potencia apenas retenida ya únicamente por la maneta del embrague. La chica, justo a nuestro lado, se aferró con más fuerza al cuerpo del hombre y se volvió hacia nosotros. Verde. Cruzamos nuestra mirada con la suya por un último y fugaz momento tras lo cual desapareció veloz de nuestros ojos. Y así nos dispusimos a guardar la anécdota de ese momento por lo que restaba de noche.

Pero aquel momento no terminó nunca, no para mi amigo, no para mi, no para esa chica, no para el piloto, ni para aquella otra gente. Porque inmediatamente llegó el breve chirrido seguido por el enorme estruendo de la chapa al doblarse y el crujir de cristales al quebrarse. La eterna visión de la gran masa de metal negra y de los dos cuerpos alzándose lentamente varios metros, quedar suspendidos por un interminable microsegundo en el aire hasta terminar cayendo y rebotando sordamente contra el asfalto, por detrás de aquel coche que con el lateral destrozado había quedado frenado en seco por la brutal acometida.

Y fue entonces cuando antes de que nada ni nadie se moviera de nuevo, de que la conmoción o el desconcierto lo inundaran todo, antes incluso de que surgiera el primer grito y de que todo el dolor llegara, una imagen ya había alcanzado para siempre mi memoria: el rostro desencajado de aquella mujer que, sentada tras la puerta deformada de su coche y cubierta de cristales rotos, absolutamente inmóvil, miraba al vacío sin ser capaz de ver nada más.

9 comentarios:

  1. Esa forma de contar esas cosas .... solo lo puede hacer un motorista ....

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  2. Efectivamente, aunque todo eso ocurrió mucho antes de tener mi primera moto...

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  3. Yo me estampé con mi moto y volé por encima de un coche...Y todas las imágenes de mi vida pasando en un instante por mi cabeza...

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  4. Efectivamente, la descripción de la escena digna de un auténtico amante de las motos....
    Me ha encantado el relato Ricardo. Como en un segundo nos cambia la vida. Carmela Gaminde

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  5. Elena, Carmen. Muchas de las cosas más importantes nos pueden pasar en menos de un segundo... Gracias por vuestros comentarios!

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  6. Después de leerlo por segunda vez confirmo dos cosas: que lo más terrible puede ser relatado magníficamente y que pasar de la vida al vacío en un instante debería ser sólo una pesadilla que jamás se hiciera realidad.
    Ah, sí... y que me siguen dando miedo las motos, claro. Cuídate, siempre, mucho...

    Un abrazo

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  7. “lo tenían todo, así nos lo demostraban”

    ¿Qué extraña carencia nos empuja a la eternidad del instante en el que lo tienes todo y lo pierdes todo? ¿A qué se deberá ese impulso que nos lleva a no disfrutar la Vida sino a jugar con ella?

    Pero ser motero es mucho más que eso, ¿verdad? Un secreto, la moto es mi siguiente reto, espero que este verano.

    Un abrazo Ricardo.

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  8. Mara, Isabel: Si la vida son instantes, son muchas las cosas importantes que pueden pasarnos en menos de un segundo... Gracias por vuestras aportaciones!

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  9. Muy chula la historia!! Me ha gustado!!

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