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No lo sabrás nunca, pero aquel día te estaba observando. Buscabas luz a tus dudas frente al abierto ventanal que daba a la calle de tu barrio de siempre. Entre breves sorbos de capuccino repasabas el rastro electrónico de una fugaz historia.
Por la luminosa pantalla se deslizaron bajo tus dedos los trazos de las intensas tardes de un verano, los posos de cafés fríos consumidos con ávida sed, el recuerdo del intenso calor de unos días largos y de sus noches, más largas aún...
Pero las noches dieron paso al sueño, y los días poco a poco se fueron acortando hasta terminar. Todo tan fugaz, tan leve como la vida de ese trocito de litio y cristal, finalmente a oscuras sobre tu mesa. Hasta que al fin alzaste de nuevo la mirada, y te reencontraste con la luz del gran ventanal y la vida que seguía ahí, esperándote, detrás de ese otro cristal.
Fotografía de Alfonso Hidalgo Bau
Yo venía a hablar de océanos y me he encontrado una ventana.
ResponderEliminarUna de las cosas que mejor pinto y me gustan.
Quedarse un rato en ella invita..
Quédate todo lo que precises! gracias Blanca.
EliminarTodo vale, creo... Necesitamos buscar luces que no nos cieguen y ver la vida desde cualquier ventana, donde sea. Todos los cristales la reflejan, aunque nada ilumine más que unos ojos y una sonrisa sin nada por medio. Transparentes, limpios y claros.
ResponderEliminarLo mejor siempre: la vida en vivo ;)
Petons y abraçades :)
La vida en vivo y sin intermediaciones, ciertamente...
EliminarGracias por tu luminoso comentario, Mara.
abraçaces!