domingo, 13 de marzo de 2011

La historia de nuestras vidas

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No recuerdo las circunstancias pero sí las sensaciones, con toda claridad. Fue el primer sonido de esa casa, su primer saludo. Agudo, penetrante santo y seña de otro lugar, de un mundo verde, negro y profundo. Un insólito trasplante desde el Amazonas a la jungla urbana de Barcelona. Atravesando la penumbra del recóndito recibidor, a la derecha. Una puerta de luz cegadora abierta al mediodía de aquel sábado.

Un soberbio guacamayo estallando en azul, blanco, verde, amarillo, rojo. Su pico ganchudo. Sus ojos negros llenos de curiosidad. La mirada de medio lado, y luego del otro. La ronca cadencia de su grito acompasado, exaltado saludo para su amo y también amigo.

Currito hablando delicadamente a mi amigo, a su lado, al oído, murmurando sus confidencias con  las mismas voces tantas veces escuchadas a través del cristal. Después, una nuez entre sus garras crujiendo fácilmente contra su pico negro, devorador y parlanchín. Temible poder de su delicadeza.

Años vividos, días de sol y de lluvia. Infancia, juventud, novedades, pérdidas, lágrimas, la vida que sigue, la vida que cambia. Pero Currito sigue ahí, sin edad conocida, inmune al tiempo, compañía de eterna amistad.

Y después de todos estos años, una vez más, como entonces, como siempre, Currito vuelve a salir de su jaula para contarle a mi amigo, muy cerca, al oído, la historia de su vida, que no es otra que la historia de nuestras vidas.


3 comentarios:

  1. Cuando era pequeña soliamos ir a casa de una tia de mi padre, tenía un loro que hablaba, era muy gracioso, además nos daban chocolate y pastitas .... me lo has recordado con esta historia ....

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  2. Juana: Los loros son animales muy especiales, ¿verdad?

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  3. Un día antes de que F. se fuera... nos decidimos a abrir el bureau de mamá...
Todo era valioso, alegre y triste a la vez: llaves, objetos queridos, algún libro, algunas fotos, notas de nietos, notas de hijos, muchos recuerdos, algunos casettes para las que todavía no hemos reunido el valor suficiente... muchos recortes de periódico con escritos llenos de significado y... una carta para mí.
    PARA MI HIJA IT (23-XII-81)
    "Hoy he visto tres loros en una tienda. Grandes, de colores, preciosos. Los tres estaban en el escaparate sobre una percha metálica cada uno. Parecían más o menos de la misma edad. Y no eran jóvenes. Dos estaban serios y quietos. Miraban indiferentes. Y el tercero jugaba y estaba, se diría, que alegre. Contento. Subía y bajaba por la percha. Daba volteretas, se colgaba de una pata cabeza abajo y me miraba y me imitaba si yo le hacía gestos a través del cristal. Y los tres tenían una pata encadenada a su percha. ¡Y el lorito aquel se reía a pesar de la cadena!
El lorito azul quería ser feliz y era feliz. Y su cadena, y la tienda, su inmensa jaula no existían para él.
Imaginaba que la ciudad era la selva, la tienda su árbol, la percha una rama mecida por el viento y la cadena un trocito de enredadera que se le había enredado en una pata...
Por todo eso estaba contento.
Y pensé que yo era como el loro aquel.
Y nos miramos los dos... bromistas."
    
Porque la esperanza... querido Ricardo... es hacer de la montaña de evidencias... granitos de arena.

    Te leo, ya lo sabes.
    Un besooooo

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