El sonido de la intensa lluvia se filtraba tenuemente a través del ventanal. A oscuras, en lo más profundo de la noche, en el centro del salón, cerró los ojos. Las secciones de cuerda iniciaron desde las tonalidades más graves el suave y hondo lamento que daba inicio al gran momento de Tristán e Isolda.
Suave, lenta y educadamente le habían dicho que se veían obligados a prescindir de sus servicios. Era sin ningún género de dudas un gran profesional y había realizado una impecable labor, pero la cosa estaba mal, muy mal, como ya debería saber, por otra parte. Esperaban que se hiciera cargo y por otra parte estaban convencidos que con su currículo en breve volvería a estar en activo. Un ajuste doloroso pero necesario. Y eso, que mucha suerte...
Preludio y muerte de Isolda. Un cuarto de hora largo de puro gozo sonando sólo para sus oídos. Los altavoces reproducían con absoluta fidelidad la fantástica interpretación de la Filarmónica de Praga.
Desde aquel día había empezado su colección. Desde entonces, ya hacía mucho que coleccionaba palabras vanas y formalismos educados. Innumerables palmaditas y cantidades ingentes de miradas de comprensión. Mucha empatía, toneladas de ella, pero nada de todo eso sería bastante para calentar su casa cuando llegase el frío. Esa gran casa, el signo de su tiempo y sus aspiraciones. Tan grande, tan vacía, y ahora tan fría. Toda para él, su único y triste habitante desde el día en que ella se fue, llevándose los buenos tiempos, arrancando una parte de su ser, la que ascendía en la vida, la que sonreía al futuro lleno de confianza.
Los violines empezaron a vibrar, la percusión subrayaba el dramatismo del momento mientras el tema central de la obra reaparecía, embargándolo todo de una elevada y romántica melancolía, hasta caer de nuevo al fondo, para mecerse de la mano de los oboes, hasta el largo y cadencioso final.
Se lo podrán llevar todo, pero siempre me quedará esta música. Nunca podrán dejarme sin nada, jamás.
Abrió de nuevo los ojos. Había dejado de llover. Pronto amanecería. Ahora sabía que tenía una gran tarea por delante; estaba dispuesto a volver a empezar.