(colaboración para @diariofenix)
Hace ya un tiempo y en razón de mi profesión durante varios años me hallé detrás de un mostrador atendiendo a (no pocas) personas y porqué no decirlo, también a algún que otro personajillo. Fue un periodo de mi vida laboral que hoy retrospectivamente considero fue intenso, duro en ocasiones pero globalmente muy gratificante.
Recientemente, y debido a un nuevo aspecto concreto de mi actividad profesional, nuevamente me encuentro atendiendo un mostrador, mucho más amplio y diverso, aunque esta vez sea de modo virtual. Y estoy en disposición de constatarlo: me estoy dando cuenta que mucha gente confunde el ejercicio de sus legítimos derechos como ciudadano con una oportunidad para poder demostrar una enorme capacidad de sacar lo peor de sí mismos. Ahí afuera existe una bestia parda frustrada por mil y un motivos, dentro de muchos de nuestros congéneres que agazapada, espera su ocasión.
Muchas veces, cada vez con más frecuencia veo surgir a esta bestia cobarde, porque salvo contadas ocasiones es absolutamente incapaz de manifestarse cuando se trata de un mostrador físico, cara a cara. Sin embargo hoy en día tras la distancia y el anonimato que confieren las nuevas tecnologías se siente fuerte y segura. Y así, embriagada de valor por el poder que le es conferido a través de un smartphone o del teclado de un ordenador portátil, la bestia se expresa en líneas plagadas de exabruptos, con frecuentes faltas de ortografía e incoherencias con las que suele salpicar la causa de su queja, consulta o exposición de razones.
En tales casos es cuando se suele decir que tenemos un problema profesional que es preciso abordar con la adecuada mesura y tacto, a fin de limitar su alcance y efectos potenciales. Para eso se siguen determinados procedimientos y protocolos. Se considera que tenemos un problema, cuando en realidad siento que no lo deberíamos tener, cuando en mi fuero interno estoy convencido que el problema lo tiene el propietario de la bestia parda suelta en la red; y sé que mi respuesta personal diferiría mucho a la que como empresa daré. Creo que reclamar no equivale a tener el campo libre para el grito, la descalificación o el insulto. Que el derecho pueda estar de parte de uno no le otorga ninguna ventaja o superioridad que justifique tal comportamiento. Más aún, es la forma de perder buena parte de la razón que se pudiera tener. Así de simple.
Sé que hacemos lo correcto una y otra vez abordando del modo en que lo hacemos la lidia de las bestias pardas sueltas que de vez en cuando nos acometen por la red, pero también estoy íntimamente convencido de que estamos perdiendo un terreno que es nuestro, permitiendo una subversión de la razón moral. Otorgándole el poder que desea obtener a aquel que nos veja o ataca gratuitamente. En este sentido, confieso que alguna vez no lo he podido evitar: en alguna ocasión he respondido a algún energúmeno de forma menos convencional y he envuelto la asepsia corporativa con una cierta dosis de ironía, constatando un resultado muy curioso e íntimamente satisfactorio: las bestias pardas suelen tener dientes y garras muy afilados pero en cambio la piel propia les resulta muy fina...
Quizás sea por una suerte de cobardía distinta, al no querer más problemas de los ya existentes, no nos atrevemos a distinguir claramente entre lo que sí es admisible y lo que nunca estará justificado o debería ser tolerado. Pero esto no es nada nuevo ni achacable al progreso. Ha existido siempre: el carácter.
Ay, el carácter... he oído demasiadas veces eso de "es que fulanito tiene un carácter...", o "es que yo tengo mucho carácter", como si se tratara de una suerte de fuerza mayor inevitable que todo lo explicase. Que eso es lo que hay. Pues no. No nos tiene porqué valer. A mi desde luego, no. ¿En qué momento de nuestras vidas decidimos asumir que carácter es lo mismo que mal genio, mala educación o simplemente mala baba? ¿Porqué rendir pleitesía a tales demostraciones de violencia? Porque yo, por carácter entiendo algo muy distinto.
El verdadero carácter es otra cosa, una buena cosa. Es lo que tienen algunas personas que no necesitan alzar la voz, gritar o vejar a sus semejantes para hacer llegar su mensaje, muy alto, muy claro y muy lejos. Carácter es lo mismo que determinación, coraje, honestidad, abnegación, respeto y entereza. Eso es carácter. Lo demás es sólo la bestia parda que quizás anide un poco dentro de todos nosotros.