jueves, 28 de abril de 2011

Sé que está ahí

Las orugas de acero romo destrozan las viejas escaleras de ladrillo de rojo gastado.  La excavadora avanza dejando tras de si un olor acre a gasoil y una atmósfera densa de negros presagios.

El noventa por ciento los entierran en su propio jardín, como último rasgo del control ejercido o pretendido sobre la victima. En un intento de consumar su posesión definitiva, eterna.

La ciega, ruda, poderosa pala holla la negra tierra. Se acumulan cascotes, viejas ruinas son removidas, sedimentos inciertos volteados frente a mis hombres, siglos al descubierto.

Nos centramos en el pozo, "buscad ahí y encontraréis dolor" nos dijo alguien muy particular. No me importa admitirlo, recurriré a lo que sea en casos así. Un viejo triciclo convertido en pura herrumbre vuelve a ver la luz. Nada más. La médium esta vez nos ha fallado.

En mi espalda se clava punzante la sonrisa de quien nos observa con aparente tranquilidad, en medio del fragor de máquinas y hombres, presenciando nuestro despliegue. Leyendo un libro en la puerta de su casa, seguro de su obra perfecta, a la vista de todos.

Fueron muy largas las horas de tu interrogatorio, una intensa lucha, partiendo de endebles indicios, una coartada impecable, nada en apariencia concluyente, pero al final un detalle definitivo: "Demuéstralo, sabes no tienes nada contra mí" dijiste. Y entonces lo convertiste en algo personal, muy personal. Una lucha de mentes, de inteligencias, pero también de capacidades. Si fuiste capaz de pensar como nosotros, de cubrir todas las contingencias, yo estaba obligado a más: a meterme en la cabeza de tu víctima y hasta en la tuya propia. Revivir dos vidas completas, con sus formas de sentir y de pensar. Y lo hice, ya no por justicia, sino por mucho más.

Y al final, deberías saber que te he conocido mejor que a ti mismo, y lo que es más importante, he podido conocer mucho mejor a tu víctima de lo que tu jamás podrías.

Porque ella nunca se habría despedido así, como dice esa tan impecable, lógica, razonable nota de despedida. Nunca lo sabrás ya, pero ella no era tan valiente o íntegra como creyeron todos los que la conocieron. No sabrás que era en realidad alguien muy cobarde, oportunista, cautivadora, orgullosa y dispersa. No creo que conozcas nada del que fue su largo historial de seducciones nada honestas, que volvieron locos a muchos otros antes de llegar a ti. Y lo que son las cosas, tampoco sabes que dentro de su enorme ego ensoberbecido, curiosamente sólo había hueco para una persona más en sus planes. Nadie era más importante en su vida que tu, la única persona por quien lo iba a dejar todo.

Pero hay algo que sabes bien. Tus ojos lo dicen: sabes que yo lo sé. Seguiré buscando. Sé que está ahí.



sábado, 16 de abril de 2011

Almazán, París, Londres

Mucho antes de llegar a conocer París o Londres, existió Almazán, provincia de Soria.
Hubo un tiempo en el que fue un lugar incomparable, pues apenas existía nada más. Cuando llegaba el mes de julio, dicho lugar ejercía su influjo irresistible en toda la familia, que se lanzaba al épico y anual viaje de madrugada. Nueve horas de viaje en un SEAT 600 E. Recibir aplausos de otros conductores remontando la meseta, en algún lugar de la A-2 entre Zaragoza y Calatayud.

Almazán tuvo una playa artificial a orillas del Duero, un río serio, sobrio y orgulloso como las gentes que beben de él. Un lugar concurrido en su época dorada, lleno de sombrillas y poblado por bañistas en blanco y negro. Abandonar el oasis turístico de arena para adentrarse en sus aguas turbias. Pisar su lecho fangoso, sentir las corrientes de agua dulce y helada en pleno verano.

Una estación de tren, un apeadero, un silo blanco de altísimas paredes donde jugar al frontón con mi vecina.  Jugar al fútbol en la plaza de toros y fisgar en los toriles durante todos los años setenta. Dejarse acribillar por los mosquitos a la puesta de sol, entre ronchas de mercromina roja en codos y rodillas. Bicicletas Orbea (la que antes se estropea) o BH (la peor para los baches) aparcadas en la acera delante del bar del tío Paco. Olor agrio a pepinillos. Pipas sin sal. Un cuartel de la guardia civil. Un Alfa-Romeo verde con la única matrícula del Sahara Español que nunca jamás he vuelto a ver. Tricornios de charol negro. Pistolas en su funda. Tabaco negro.

Un lugar donde era posible encontrar extraños y fascinantes monstruos mecánicos en sus carreteras: cosechadoras y tractores. Olor a trigo, mucho, mucho trigo.

Mi abuelo haciendo solitarios y las letanías que indicaban sus cavilaciones frente a la baraja: "Hum... con que de Navaleno, eh? bueno hombre, bueno"; "Con que de Peroniel, eh? bien hombre, bien"; "Con que de la playa, eh? vaya, vaya, vaya..."

Por mi abuelo lo supe: Almazán tuvo su propio OVNI, a principios de los años setenta. En un paraje perdido de la carretera de Gómara, a la incierta hora del amanecer, el Melilla vio primero unas luces extrañas en el horizonte para a continuación encontrarse tras una revuelta, con una nave plateada y unos supuestos seres plantados en medio de la carretera, ocupados en sus cosas. El paisano según parece, consiguió dar la vuelta a su furgona y escapar zumbando a toda pastilla, sin mirar atrás.

Y es que mi abuelo a menudo ya lo decía: "Almazán, París y Londres"

domingo, 3 de abril de 2011

Reconstrucción

En medio de un absoluto y turbador caos, levanto la vista por encima de pilas de centenares de libros y observo la gran librería blanca, desnuda.

Sorprendido, compruebo que sería fácil acostumbrarme a este nuevo paisaje, cada vez más atrayente. Quizás aceptaría la invitación a esa ancestral forma de vida. Otros lo han hecho, siendo poseídos por distintas suertes de guerras interiores. Y como ellos, engrosar la partida de guerrilleros añorantes, incapacitados para llevar una vida anodina; cualquier otra que no contenga en su seno el mayor de los caos.

Puede que para intentar reconstruir algo quizás lo mejor sea dejarlo fluir, si es que tiene algún sentido intentar poner orden en un universo que constantemente nos demuestra lo pasajero de nuestros empeños. Nada parece cierto, sino el dulce caos de tantos libros, fotografías y recuerdos, liberando de nuevo sus secretos, recuerdos casi olvidados, verdadera nueva mudanza del alma.

Poco a poco todos los estantes volverán a su sitio asignado, y con ellos la reconstrucción del mundo conocido, ordenado y previsto. Ilusión a plazo fijo que nos ayudará a vivir y a dormir nuestras vidas. Mientras, ahí afuera el caos esperará agazapado, hasta su próximo, inevitable y secretamente deseado regreso.