lunes, 24 de noviembre de 2014
Como castillos de arena
Cardoso era cartero viejo, de los de antes.
A pocos en el turno de mañana del Centro de Tratamiento Exprés de l´Hospitalet les importaba un ápice de la perra vida que llevaba aquel hombre mediano, recio, cargado de espaldas, de calva rebozada por cuatro greñas revueltas y gran mostacho, entrado de lleno en la cincuentena.
Aún eran menos los que cruzaban con él alguna palabra más allá de un buenos días, o un hasta mañana. Cardoso no hablaba apenas con nadie; seguramente no por falta de criterio o carácter, si no porque nunca te lo encontrabas a la hora del desayuno, o haciendo tertulia tras el último reparto del día, en espera de que el jefe pusiera la hoja de firmas para salir zumbando por la Ronda del Litoral camino a casa.
En el muelle cargaba y descargaba la gran y desvencijada Mercedes 100 amarilla. Siempre llegaba el primero, siempre se quedaba el último, descargando enormes paquetes y jaulas llenas de impresos hasta arriba. Canturreaba continuamente saetas, seguidillas y cante jondo muy por lo bajo, muy hondo, con voz ronca pero con buen tino.
"Que desgraciaíto ha sío
Aquel que siembra y no coge,
Y el trabajito ha perdío."
Cardoso y yo sólo hablamos un par de veces. La primera fue aquella única vez en que la huelga de transportistas colapsó el país y el estúpido del encargado no tuvo a mano ninguna de las monumentales recogidas que siempre le endosaba. Nunca parecía importarle que aquel desgraciado lo tratara como una simple bestia de carga. Siempre callado, obediente.
-Cardoso, hombre ¿pero cómo te dejas?
- Si a mí me dicen arena, yo cargo arena, que me dicen cemento, cemento... si luego me mandan a por ladrillos, ea; pues ladrillos también. A mi me da lo mismo. A estas alturas nada de todo esto me importa ya. Sólo tengo ganas de que llegue el último día y volverme a mi Cádiz...
"Y son fatiguitas mortales
Las que se lloran por dentro
Y las lágrimas no salen."
-Eso que cantas es de Camarón, ¿verdad?
Se me quedó mirando fijamente - Si señor... eso es de Camarón, el más grande y además paisano mío. ¿Te gusta el flamenco?- Sus ojos negros centellearon por un instante.
- Bueno, la verdad es que tal y como tú lo cantas suena bien...
"Tú nunca la desampares,
Que la única que te quiere
En este mundo es tu mare."
La segunda y última vez fue poco después, cuando se me acercó en un descanso:
- Oye, ¿tú te vendrías mañana a Santa Coloma a ver cantar a Estrella Morente?
No me esperaba la invitación. Lo mío con el flamenco era sólo cultura general, de haber escuchado siempre un poco de todo y de nada en particular. Tan sólo alcancé a disculparme con una vaga excusa.
- Lo siento, Cardoso, esta semana tengo mucho lío con una mudanza...
Él se limitó a asentir en silencio; bajó la cabeza y se volvió a sus bultos en el muelle de carga, para siempre jamás.
Menos de un año después su cansado corazón abandonó. Se fue durmiendo; suavemente, deshecho por la vida, como un viejo castillo de arena en una playa de Cádiz.
"No creas tú que te olvío
Aunque yo no vaya a verte,
Mi gusto sería tenerte
Siempre al laíto mío
Hasta que llegue la muerte."
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