lunes, 23 de abril de 2012

La pasión de las piedras

 
Como humanos a menudo nos empeñamos en ver las cosas según nuestras preferencias. Así, si un día salimos al campo y reparamos en esos elementos tan cotidianos del paisaje como son piedras que encontramos en el camino, seguramente querremos creer que son objetos fríos, duros e inertes. 
 
Pero no para Luis Eguiluz, un veterano geólogo estructural, investigador y profesor, vitoriano recio y chaparro. Treinta años pateándose las serranías, las cuencas fluviales y las cunetas de toda Extremadura. Leyendo cada detalle de un paisaje al que ha dedicado su vida. Una vida que vuelca incansable en un torrente caudaloso de conocimientos ante cualquiera dispuesto a escuchar. Manteniendo intacto el anhelo por conocer y a explicar todo lo que es y está, lo que ha sido y será en ese pedazo de cáscara de planeta que pisamos.

"El corredor blastomilonítico de Azuaga". Hay poesía en la pura y en apariencia desapasionada, objetiva descripción del viaje de las piedras sobre la capa de la Tierra, mucho antes de que esta vieja bola que nos acoge ni siquiera soñara aún a los humanos. Durante dos días, guiados por el verbo incontenible de Luis fuimos capaces de asomarnos a otra escala, a otro tiempo inconmensurable. Recuerdos de hace quinientos ochenta millones de años, ecos de un mundo primigenio, convulso y distinto. Ante nuestros ojos lo que siempre habían sido piedras mudas y muertas empezaron a hablar, y revivieron la primera Pangea, y nos hablaron de Gondwana, de Armoria y de Avalonia.  

Porque las piedras habitan en un mundo esdrújulo y si se les pregunta adecuadamente explican una historia que cuenta toda su tortuosa pasión de presiones, pliegues, fracturas y metamorfosis: Cámbrico, devónico, silúrico, canomiense; mármoles, anfibolitas, arcos, subducciones, deformaciones;  protolitos, serpentinitas, rocas ígneas, sílices y calcosílices, cuarcitas negras, piroxenos, esquistos, gneises...

Ahora puedo entender porqué toda esa pasión ancestral de las piedras es irresistible para el puñado de iniciados que entran en contacto con sus secretos, y arrastrados por ella, olvidan su mundo de carne y hueso. Ese es sin duda el caso de Luis, el veterano geólogo, y también fue según se cuenta el de aquel nazi que en los años treinta y cuarenta cartografió el mapa geológico de media España, empeñado en la búsqueda del oscuro y precioso mineral de wolframio. Un trabajo magnífico según dicen, pero claro, como perdió la guerra quedó sin terminar, lo cual no dejó de ser una pena... Aunque fuera alumbrado a la sombra de una de las más negras pasiones de los hombres, tan distintas todas ellas de la eterna pasión de las piedras.


lunes, 16 de abril de 2012

La caja



 
Relato mutuamente inspirado y compartido con Blanca

"Abrir solo en caso de acoso" - leyó detenidamente la inscripción grabada al fuego en elegante letra inglesa sobre la tapa de la minúscula caja, de olorosa y oscura madera tropical. Y aunque sabía de sobra que aquel no era el caso, no pudo resistir la tentación de posar su mano sobre la tapa.

El olor a sándalo que desprendía hizo que diera un paso hacia atrás. ¿Quién era el personaje que había dejado la preciosa caja a la puerta de su casa? El corazón latía más fuerte que nunca deseando conocer algún dato, indicios de una aventura. En el fondo encontró una llave de oro, cincelada a mano, diminuta. De ella colgaba un hilo de plata con una inscripción. Podrás intuir la verdad de cada una de las almas que te atormenten. La llave cambiará de tonalidad cuando notes algún peligro acechándote.

Con la caja en sus manos, se dirigió a la estancia principal de la casa. Ya en el salón, dejó la caja en la mesa baja frente a la chimenea y tomó asiento frente al fuego. En las brasas cercanas había un puchero de barro, con su contenido casi a punto.

"Algún peligro..." Enigmática, inquietante promesa que empezó a vagar por su mente. Pero ¿a qué o a quién podía temer? "...acechándote"

Su vida distaba ya demasiado lejana de aventuras y peligros. Sonrió ensimismada: aquello fue casi otra vida, otro tiempo. Apenas lo recordaba ya. "A no ser que..."

En ese momento, el teléfono empezó a sonar con fuerza en su bolsillo, sobresaltándola. Antes de decidirse a contestar, volvió la vista a la pequeña caja de madera. El teléfono seguía sonando. Al fin se decidió y levantó nuevamente la tapa. La llave estaba en su interior, brillando intensamente en un tono extraño y distinto, como seguramente no lo había hecho nunca jamás.


 Ilustración: “Los colores de la vida” por Blanca

jueves, 12 de abril de 2012

Los días son números

Hoy como ayer, ayer como cada día. Y mañana.

Los días son sólo números, no importa esa cuenta. Importa lo que aparezca tras tu mirada, todo lo que has vivido, y todo lo que te espera por vivir. Por que hay algo que le da sentido a toda tu búsqueda, y no es la suma de todas las horas, días y años pasados, sino la colección de instantes de nuestras horas, de todos los recuerdos, de tanto dicho y hecho. Compartir y guardar lo mejor de unas vidas, las nuestras. Alimento desde lo más profundo de nuestras almas.

Esa es mi cuenta, esa es mi elección. Nuestra colección, nuestra suma, eso es lo que cuenta para mí.

Gracias por todos los días, gracias por seguir ahí. Muchas, muchas felicidades.

Para Ángela

miércoles, 4 de abril de 2012

¿Cuándo cambiamos el "no hay derecho" por el "qué le vamos a hacer"?


Publicado en @diariofenix

Recuerdo con nostalgia aquellas tranquilas noches de verano del 93 devorando los episodios de Star Trek: La nueva generación. Era más joven, acababa de aprobar mis primeras oposiciones y esperaba con ilusión el futuro. Todo era posible. En esta magnífica serie de ciencia ficción, repleta de episodios memorables, se abunda a menudo en el concepto filosófico de que el progreso de la humanidad es algo inevitable, continuo y lineal. Que la razón y el bien triunfan siempre. Que el progreso tecnológico y cultural está indefectiblemente vinculado a la erradicación final de todos los conflictos y desigualdades.

Gene Roddenberry creó esta serie en un momento singular de nuestra historia, los convulsos años 60 del siglo XX. Y aunque no pretendo en absoluto considerar ese periodo de la historia fuera una época feliz, lo cierto es que en esa década se alumbró la optimista creencia de que el futuro es una línea ininterrumpida de avance hacia la luz;  que todas las dificultades pueden ser superadas; que la razón y la verdad triunfan sobre los viejos preceptos y prejuicios del mundo anterior a las grandes guerras, sobretodo gracias al empuje voluntarioso de un colectivo creciente de ciudadanos libres y conscientes, dispuestos a transformar el mundo en el que viven.

Recuerdo todo esto, casi veinte años después y no puedo sino comparar con los tiempos que corren hoy en día, en medio de la quizás sea la peor crisis económica y moral de la historia reciente. Así hemos asistido al inexorable triunfo de un modo de pensar, gobernar y hacer negocios en exclusivo beneficio de una casta de unos pocos y cada vez más codiciosos privilegiados. Para ello, éstos han seducido, comprado, convertido y confundido las voluntades de muchos, han manipulado y subvertido nobles principios e ideales elevados. Han especulado con los recursos, las vidas y el destino de millones de seres con el objetivo de asegurar la obtusa preeminencia de sus intereses, arrastrándonos a todos hacia un espejismo insostenible. Y cuando el castillo de naipes se ha venido abajo con estrépito, han sabido mantener el control con astucia, encontrado la manera de sobrevivir por encima de toda la ruina y desolación causada, asegurándose su futuro a costa de empeñar el de los demás. Los lobos de antaño visten ahora batas de médico y recetan sangrías al manso y temeroso rebaño en el que parece haberse convertido nuestra sociedad.

Muchas veces me pregunto: ¿en qué momento de nuestra historia reciente dejamos de gritar "no hay derecho" y empezamos a conceder "qué le vamos a hacer"?

 De este modo, hoy en 2012, y habiendo conocido el máximo desarrollo tecnológico de nuestra existencia, dotados de omnipresentes y maravillosas herramientas de comunicación y con plena acceso a información ilimitada, no somos una sociedad más perfecta,  no somos más pacíficos, no nos gobernamos mejor, no hemos acabado con las desigualdades, no hay menos injusticia. Y hemos aprendido a conformarnos, a mirar para otro lado y queremos creer que nada de esto va con nosotros. Mientras tanto, la hierba desaparece bajo nuestros pies. Nos quejamos cuando falla la conexión 3G, pero ya no sabemos indignarnos cuando estamos a trance de volver a trabajar en las mismas condiciones legales de hace 200 años. Seguro que en la idea de progreso de Gene Roddenberry no se contemplaba que algo así pudiera suceder jamás en una sociedad avanzada cultural y tecnológicamente...

Respecto a esto último, he leído y oído decir mucho últimamente frases del estilo de "A mi no me va a pasar" o "¿Huelga? Ganas no me faltan pero..." Pues no, opino yo: si que te faltan. Y luego te faltará todo lo demás. Porque por desgracia Gene Roddenberry se equivocaba. A partir de cierto punto el camino de la humanidad no es ya aquella línea recta hacia la luz del progreso. No hay ninguna garantía de que el desarrollo tecnológico y cultural ayude a traer el bien y la justicia universales. En realidad todo sigue y seguirá dependiendo de lo mismo de siempre: la compleja, voluble y contradictoria esencia de la naturaleza humana.