viernes, 11 de marzo de 2011

Que el dolor no me sea indiferente

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Lo que hoy recuerdo no sucedió en un día como hoy, sino quizás uno o dos después de aquel dia como hoy.
Abría el pastel de una nueva etapa de mi vida. Una nueva ciudad, Madrid, en la que sabía me esperaba mucho porvenir, muchas novedades, un mar de ilusiones, expectativas y también riesgos.

Y como yo, junto a mi, incontables compañeros de viaje compartiendo y transitando los mismos espacios comunes en el asfalto, el tráfico, los autobuses, los andenes, los trenes, los vagones... unidos en el afán diario del  único e irrepetible viaje de la vida. La vida en Madrid...

Entré en aquel vagón de metro. Era una hora cualquiera, de escaso trasiego. En el coche eramos pocos, todos silenciosos. Un músico empezó a tocar suavemente una guitarra, sin estridencias. Su voz acabó por abrirse paso entre todos los presentes.

"...que el dolor no me sea indiferente,
que la reseca muerte no me encuentre

vacío y solo sin haber hecho lo suficiente."

Crucé la mirada con una anónima mujer sentada frente a mí. Su rostro hace tiempo que se ha borrado de mi memoria, pero sigo sin olvidar la lágrima que resbaló de su ojo. Idéntica a la mía.





5 comentarios:

  1. El dolor es común a todos. Mi experiencia fue muy escalofriante, pues estuve trabajando en Atocha Cercanías, pero una serie de circunstancias me hicieron dejar mi trabajo pocos días antes de lo sucedido. Una premonición me hizo ver lo que iba a suceder allí, 7 días antes y a la misma hora tuve un sueño muy real en el que sentía como el cuerpo de muchos se hacía mil pedazos. Fue muy desolador. No pude hacer nada, porque pensé en decirlo y luego pensé que sería peor y me tomarían por lo que no soy. Tan sólo se lo dije a mi familia y amistades más cercanas. Y así sucedió. Estoy con cada una de las personas que sufren en alto y en silencio, pues las emociones son conexiones de amor.

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  2. María, tu lo has dicho mejor que nadie: las conexiones son amor. Gracias por tu compartir tu experiencia y tu conexión. Me ha impresionado.

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  3. La memoria, por suerte, es benévola. El tiempo difumina los detalles y suaviza su impacto. Pero las sensaciones dolorosas se pueden revivir con toda su crudeza sin demasiado esfuerzo cuando se regresa a aquella tragedia.
    Volvemos a "oir" aquel denso silencio que paseaba fantasmal entre los pasajeros durante aquellos días, mientras cada uno tenía en mente que él mismo, su mujer, su hijo, su amigo, su padre, podía haber sido uno de los muertos. Cada una de las víctimas anónimas tenía el rostro de nuestros seres queridos. El dolor se sentía como propio, muy dentro, nítido e intenso.
    Y como tú recuerdas, el dolor era compartido, y mudas las palabras, se hablaba un diálogo de lágrimas para conjurar aquella rabiosa impotencia, el miedo a la sinrazón, el horror de la violencia indiscriminada.
    Es cierto, no puede haber lugar para la indiferencia. Es obligado no olvidar que todos fuimos víctimas de aquel atentado, aunque siguieramos con vida, y que muchas familias conviven con su dolor cada minuto del día, sin otro alivio que el paso del tiempo.
    Olvidar a cualquier víctima del terrorismo o de la violencia supondría que volvieran a morir otra vez.
    El olvido es la verdadera muerte.

    Un abrazo. Mara

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  4. Lamentablemente el dolor es Universal. ¿Somos conscientes?. ¿Somos solidarios? ¿Levantamos la mirada más allá de nuestro horizonte....?
    ¿Qué podemos o queremos hacer desde nuestro pequeño rincón...?.
    M.A.N.

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  5. Que perspectiva mas buena...de verdad...Y valiente dolor con raíces nos han clavado a todos...


    Me voy a aguantar la vergüenza y te voy a dar las gracias por el post.


    Saludos.

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