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Mucho antes de llegar a conocer París o Londres, existió Almazán, provincia de Soria. Hubo un tiempo en el que fue un lugar incomparable, pues apenas existía nada más. Cuando llegaba el mes de julio, dicho lugar ejercía su influjo irresistible en toda la familia, que se lanzaba al épico y anual viaje de madrugada. Nueve horas de viaje en un SEAT 600 E. Recibir aplausos de otros conductores remontando la meseta, en algún lugar de la A-2 entre Zaragoza y Calatayud.
Almazán tuvo una playa artificial a orillas del Duero, un río serio, sobrio y orgulloso como las gentes que beben de él. Un lugar concurrido en su época dorada, lleno de sombrillas y poblado por bañistas en blanco y negro. Abandonar el oasis turístico de arena para adentrarse en sus aguas turbias. Pisar su lecho fangoso, sentir las corrientes de agua dulce y helada en pleno verano.
Una estación de tren, un apeadero, un silo blanco de altísimas paredes donde jugar al frontón con mi vecina. Jugar al fútbol en la plaza de toros y fisgar en los toriles durante todos los años setenta. Dejarse acribillar por los mosquitos a la puesta de sol, entre ronchas de mercromina roja en codos y rodillas. Bicicletas Orbea (la que antes se estropea) o BH (la peor para los baches) aparcadas en la acera delante del bar del tío Paco. Olor agrio a pepinillos. Pipas sin sal. Un cuartel de la guardia civil. Un Alfa-Romeo verde con la única matrícula del Sahara Español que nunca jamás he vuelto a ver. Tricornios de charol negro. Pistolas en su funda. Tabaco negro.
Un lugar donde era posible encontrar extraños y fascinantes monstruos mecánicos en sus carreteras: cosechadoras y tractores. Olor a trigo, mucho, mucho trigo.
Mi abuelo haciendo solitarios y las letanías que indicaban sus cavilaciones frente a la baraja: "Hum... con que de Navaleno, eh? bueno hombre, bueno"; "Con que de Peroniel, eh? bien hombre, bien"; "Con que de la playa, eh? vaya, vaya, vaya..."
Por mi abuelo lo supe: Almazán tuvo su propio OVNI, a principios de los años setenta. En un paraje perdido de la carretera de Gómara, a la incierta hora del amanecer, el Melilla vio primero unas luces extrañas en el horizonte para a continuación encontrarse tras una revuelta, con una nave plateada y unos supuestos seres plantados en medio de la carretera, ocupados en sus cosas. El paisano según parece, consiguió dar la vuelta a su furgona y escapar zumbando a toda pastilla, sin mirar atrás.
Y es que mi abuelo a menudo ya lo decía: "Almazán, París y Londres"
Que gran post. Me identifico mucho con esas vivencias que comentas. El 600, las casi cinco horas para hacer Madrid Soria, la baca hasta arriba. Todo muy Cuentame :-) Conozco Almazán, aunque mi pueblo es Abejar, mucho más pequeñito pero también con todo su encanto. Salud!
ResponderEliminarEstupendo relato, amigo :-)
ResponderEliminar¡Hola...............! me estoy riendo, porque es
ResponderEliminarbuenísimo, como puedes entender me ha llegado
hasta muy adentro, espero más tienes madera.
C.G.S.
Hola,
ResponderEliminarmuy buen relato para irse a dormir con una sonrisa después de tantas "durezas"
un abrazo
Bego
@bego48
Muchas gracias por todos vuestros comentarios. Jean Bedel: me alegra el poder compartir recuerdos y parajes similares. Nuestro 600 tenía baca, íbamos 5 en él, compartiendo espacio atrás con la nevera portátil...
ResponderEliminarjajaja parece que has descrito mis recuerdos, los viajes interminables BCN-Soria, todo el día en la calle... jeje incluso mi abuelo hacia lo mismo con las cartas...con variantes...con que es usted de Navaleno, pues bueno,bueno pues...
ResponderEliminarsolo te ha faltado el escuchar sanjuaneras al entrar en la provicia...