miércoles, 16 de noviembre de 2011

Arreglos

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“¡Muerto pero mío!” pensó con orgullo. No costó mucho convencer al viejo cascarrabias que había sido su último propietario. Contempló el ahora abollado guardabarros, los faros rotos, los agujeros en la chapa oxidada, la muda ruina mecánica en que se había convertido el antaño alegre motor, poderoso y rugiente.

Belleza marchita, pero nunca olvidada, como todo lo bueno y hermoso allí vivido. Como aquella primera vez en que la vio a través de esa ventanilla, deslumbrante. Fueron muchos los kilómetros compartidos en aquellos dos asientos. Demasiados como para no intentarlo. “Todo tiene arreglo”, se dijo. “Empezando por este coche”.


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