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Despertó en medio de la sofocante penumbra. Lo había oído claramente. Sin moverse aún del sucio catre alzó su vista hacia el techo. Debía ser más o menos mediodía, pero los agujeros en el metal corrugado no dejaban pasar la luz del mismo modo que todos los días. El siguiente trueno no tardó en llegar y se oyó más cerca. Se levantó y salió fuera de la chabola.Una ráfaga de viento fresco revolvió su cabello. Frente a él halló como siempre la figura de aquel viejo, inmóvil, sentado en su desvencijado y polvoriento butacón orejero, ante la puerta de su minúscula cabaña. Cruzaron brevemente sus miradas. Después el viejo volvió de nuevo a alzar su vista hacia la lejanía.
Todo el valle se hallaba extrañamente en sombras. Mucho más allá, al norte, las altas montañas grises hoy no se alzaban en medio del fulgor inmisericorde de la luz solar. Por el contrario, unas enormes nubes de plomo negro se abatían sobre ellas. Por todo el poblado más puertas se abrieron. Un rumor de pasos arrastrados sobre la tierra seca llegó hasta los dos hombres. Tras ellos se formó una pequeña multitud silenciosa salida de entre la lona, el latón, la basura y el óxido. A sus espaldas quedaban cuatro altas sombras de hormigón y cristal languideciendo, abandonadas desde hacía mucho tiempo a su ruina. Vago recuerdo de un mundo que había sido el suyo, muy distinto. Ahora tan sólo eran una gente acostumbrada a perder, resignados a aceptar una derrota tras otra.
Otro trueno, mucho más cercano retumbó largamente sobre sus cabezas antes de extinguirse. Todo el poblado había salido a la calle, todos contemplaban al cielo. Con los ojos muy abiertos, en muda y tensa espera durante largos minutos. Recordando aquel sonido casi ya olvidado.
Finalmente llegó un último trueno, alejándose, perdiéndose más allá de las altas montañas. Poco después el cielo volvió a abrirse otra vez sobre ellos, y el eterno sol inclemente volvió a caer sobre aquella gente, habitantes de tierras y almas resecas. Poco a poco todas las miradas bajaron de nuevo al suelo. Un viento seco y cálido recorrió el poblado, levantando remolinos en el polvo, marcándoles el retorno a la calma, al conformismo de su pequeño mundo descastado. Y todos volvieron lentamente a sus reducidas vidas, en aquel yermo pedazo de tierra sin esperanza.
Pero él no se movió, y siguió contemplando las nubes negras cargadas de lluvia que se alejaban. Miró a su alrededor. El viejo seguía ahí a su lado, silencioso e inmóvil en su butacón, contemplando el horizonte. En su cara había un rictus de resignación. Entonces cerró sus puños y tomó la decisión: tenía que irse de allí. Coger sus cosas y alejarse cuanto antes de aquel mundo sin sangre, sin rastro de fuerza vital. Abjurar de la mansa destrucción de un pueblo desnortado, invadido por el miedo. Y dejar atrás aquel mundo sin lluvia.
Valiente el viejito que no se resigna y quiere avanzar. Todos deberíamos hacer algo para buscar mundos llenos de gotas y mojarnos un poco..
ResponderEliminarEstupendo post, Ricardo, y con la fotografía he sentido hasta el sonido de los truenos..
Un beso.
La resignación es la verdadera y definitiva derrota... Gracias, Blanca
EliminarMe ha transportado a La Casa de Bernarda Alva, con la abuela rebelándose y queriendo ir al mar para escapar de su encierro en esa casa sin agua, sin pozo, sin vida...
ResponderEliminarRicardo, propongo iniciar ya, sin demora, la danza de la lluvia. ¿Empezamos? :)
Cuando la rebeldía es necesaria para salir de un atolladero no hay que dudar... Gracias Isabel! :))
EliminarEn México, Juan Rulfo en su libro PEDRO PÁRAMO,como el señor de tu prosa, hace que cruzado de brazos diga DEejaré que el pueblo se muera de hambre. Y sin embargo, tu viejo, se levantapara caminar bajo la lluvia, que temprana o tardía, llegará.
ResponderEliminarEn este caso, no hay que esperar a que llegue la lluvia, hay que irla a buscar. Hay veces que no hay otro camino.
EliminarGracias por tu comentario, Luis
Saludos!
Si nadie baila para atraer la lluvia, la alegría, el optimismo .... la Vida .... mejor coger tus cosa y marchar ....
ResponderEliminarEl domigo estuve oyendo tambores, esos tambores cuyo ritmo es imposible no seguir ....
Tambores que anuncian cambios, esos son los que debemos aprestarnos a tocar, a escuchar o a unirnos. Gracias Juana!
EliminarUn placer pasar por tu espacio y leerte. He pasado un rato muy ameno. Hermoso relato, como bien se dice "el gua es vida", s ino hya hay que buscarla. Regreso pronto!
ResponderEliminarhttp://cuentosdensueno.blogspot.com
http://a212grados.blogspot.com
Muchas gracias Marilyn, tocará buscar... Hasta pronto!
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