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Saliste del asfalto. Y yo actué sin pensar, como hacía tiempo que no lo hacía, adelantando a la mujer del todo-terreno negro, quien detrás del volante, nos miró todo el tiempo sin decir ni hacer nada.Tu blando, pequeño cuerpo inmóvil cubierto de con tres colores del campo no protestó al dejar atrás la oscura solidez del asfalto. Probablemente ese contraste de vida y artificio hizo que ella te viera, que llegases viva a mí.
Tampoco te moviste apenas al recalar tu fragilidad sobre la recia tela de cordura negra que nos guarda el cuerpo a los moteros. Enfrenté entonces por primera vez tu mirada, redonda y gris: "¿Y ahora qué hago contigo?"
Qué linda es, Ricardo. Una buena acción.
ResponderEliminar¡Besos a los dos!
Muchas gracias Blanca, creo que hice lo correcto, aunque a veces sea la opción más difícil...
EliminarEstas cosas la reconcilian a una con el género humano. ¡Magnífico!
ResponderEliminarLo bueno de estas cosas es que compruebas que pese a tantos males, los imprevistos de la vida siguen ahí, agazapados, listos para ponernos a prueba...
EliminarGracias!
Así surge la posibilidad, donde menos se espera :-)
ResponderEliminarY te la puedes encontrar plantada en medio de tu camino, esperando a que decidas qué hacer con ella...
Eliminargracias Isabel!